sábado, 31 de diciembre de 2016

Manifiesto Kamikaze II



Me gusta el olor a palomitas, el sonido del roce de la piel en una noche desesperada. Me gusta como sabe el café en soledad. Las sabanas con olor aún a complicidad. 

La noche ardiendo, el cielo estallando, los besos que no se piden, las palabras que se roban, los abrazos perdidos. Me gusta pillarme los dedos, terminarme los vasos, quemarme por dentro. Las aceras, llenas de bandidos. 

Odio las manos frías, a quienes temen decir te quiero. Odio dividir un mundo, escuchar a la razón, las paredes vacías, el silencio que dejan tras de sí los pasos, y al reloj. Odio al jodido reloj. 

Soy visceral y adoro a Tarantino. Escucho a los necios. Amo las margaritas (por encima de cualquier otra flor). Me encanta bailar como si nadie me mirara. Cerrar los ojos y sentir el sol. El mar, la noche, el secreto de Casiopea, las respuestas en el viento. Moriría por un mate en buena compañía.
Me gusta soñar y que sueñen conmigo. Detesto el patriotismo. Odio las banderas. Adoro la música. Amo a quienes se dejan llevar por el jodido siroco, a los que se pierden, a los que buscan, a los que piden café sin azúcar. 

Me gustan las tostadas. Sigo hablando y riendo sola. Adoro perderme por una ciudad. Me gusta la gente que no teme llorar. Me encanta viajar. No me gusta el vino. Soy adicta a las palabras. Me gusta pensar que no nos moverán. No creo en el destino. 
Adoro que me despierten con besos, el olor a hogar, las sábanas blancas al sol, la noche estrellada del día que se fue. Que me acaricien el pelo, la piel, el alma. La ropa impaciente en el suelo. A veces me siento grande, a veces pequeña. Me siguen obsesionando los espejos. 

Me gustan los que sonríen sin motivo, los que se tiran arrastraculo por el puto arcoiris, los que se manchan la boca de tomate, los que miran a los ojos y no paran de hablar. Detesto las balas, las pistolas bajo las almohadas, los monstruos bajo la cama, los restos de carmín. Tengo miedo de las tormentas, un beso en el bolsillo, 19 días escondidos en un cajón, y 500 noches para no dormir. 

A veces soy mi peor enemiga. Me encanta lo absurdo. Ponerme flores en el pelo. Amo el olor a pólvora. Me gusta escuchar vinilos. Tengo excesivas preguntas, 27 años, 1500 primaveras y ninguna respuesta. Adoro jugarme la vida a cara o cruz. La piel aún, con sabor a sal. Siento especial debilidad por América Latina. Por los ojos que se dejan perder en el horizonte con serenidad.

Amo a Sabina. Soy del Celtic, o del Betis, qué se yo. Me encantan los que viven en las nubes, los que sueñan a color, los que cierran los ojos, y los que cuentan historias que me hacen llorar. Creo en la magia. Adoro los niños. Siento especial debilidad por las noches de San Juan.

Me gusta tener a alguien hablando conmigo en plural. Me encanta la gente que sonríe cuando besa, el olor a sexo aún encaramado en el colchón. Adoro la lealtad. Me equivocaría otra vez. Me gusta gustar, y que me gusten. Amo la poesía, tirarme sin paracaídas, romperme mil veces los huesos, follar hasta el corazón. Odio que me miren a los ojos los desconocidos. Me sonrojo cuando sé que me observan. Me encanta que mi cuarto tenga una cometa roja. Me gusta reírme. Venero a García Montero. Siento especial debilidad por los hombres que tocan la guitarra. Adoro escuchar una risa a mi alrededor. Soy consciente de que escribo, porque un día alguien me dijo que lo hacía bien, y yo me lo creí. Me encanta el calor del invierno. Me gusta darme cuenta que no he cambiado tanto a pesar del tiempo. Los vasos llenos. Me encanta ser una kamikaze…y no morir en el intento.



miércoles, 5 de octubre de 2016

el café



Volverte a ver. Intercambiar dos besos. Pedir un café. Una sonrisa escapándose. Un escalofrío retorciéndose. Cruzar las miradas. "Te veo bien". Tu sombra de reojo. Tu cuerpo frente a mí. Con leche del tiempo. Tus ojos tan profundos como siempre. Tan tuyos. Ver tu sonrisa desde lejos. Sin azúcar. Saber que ya no soy yo quien te hace reír. "Veo que el tiempo te ha tratado bien”. El recuerdo de un café contigo. Las manos bajo la mesa. Tus ojos mirando nerviosos el reloj. Un beso en la oreja izquierda. El café mezclándose con la leche. Tu saliva y la mía. Tu mirada perdida en el bar. En el tiempo. En el recuerdo. Tú liando un cigarrillo. Tú después de mí. El primer sorbo de café. Tu manos acariciado mi pelo. “A ti también te ha tratado bien”. El primer sorbo de café. Robarte un beso. Tus ojos hablándome. Un susurro escurriéndose. Contestar algo estúpido. Tus manos jugando con el mechero. La ciudad ardiendo. El bar lleno de gente. Tú y yo. Nuestras risas entre el ruido. Restos en de mi carmín en el cigarro. En el cuello de tu camisa. Tus ojos recorriendo mi cuerpo. Los nervios de la primera vez después de la última vez. Tu olor llenando mi espacio. El café acabándose. Tú mordiéndote el labio inferior. El cigarro consumiéndose. Nuestras manos perdidas. Dos palabras. Dos balas. Dos besos de despedida. “Cuídate mucho”. Amargos como el café. Mirarte de reojo mientras te marchas. Correr a abrazarte. Acabar el café. “Tú también”.


miércoles, 13 de julio de 2016

Me hubiera gustado quererte



Me hubiera gustado quererte. Quererte en el sentido más nimio y sutil de la palabra. Me hubiera gustado quererte de otra manera, de la buena, entre todas las maneras de quererse que existen. No exasperada e impacientemente, con la locura que caracteriza todo lo que hago y que nada tiene que ver contigo. Me hubiera gustado quererte con calma, con paciencia, con mimo. De una forma simple y sencilla. Inverosímil. Como esas cosas que están ahí porque sí. Con una certeza firme, como la de tu olor, que se intuía entre las sábanas, nuestras sábanas, incluso horas después de que te hubieras ido con tu silencio demoledor, que me amenazaba a punta de adiós. Ese silencio que en el fondo, sé que tanto me quería. 

Me hubiera gustado quererte, o al menos me hubiera gustado saber decirte que te quería, a mi manera, pero que te quería. Haber encontrado las palabras adecuadas, las exactas, las únicas válidas de las infinitas combinaciones posibles. 

Me hubiera gustado quererte como tú querías, como necesitabas, como merecías, qué se yo. Me hubiera gustado no quererte tanto, quererte menos, pero mejor. Haber aprendido a mirarte, a ver el mundo a través de tus colores, fueran los que fuesen, o al menos, haber aprendido como no debía hacerlo. 


Me hubiera gustado quererte a pesar del tiempo, de la distancia, de las diferencias insalvables que nos separan. Quererte a ti, a mi, a los dos. A ese jodido plural que hilvana y desdibuja un futuro que ha pasado, mientras yo buscaba excusas absurdas para quererte, eso sí, a mi manera. Mientras trataba de encontrar el modo de no quererte tanto, pero quererte bien.


lunes, 11 de abril de 2016

Entre mis planes




Me hubiera gustado quererte, 
escribirte tres poemas, 
dejarte una nota en la almohada, 
perderme en tus mapas para siempre. 

Ver un lunes tu sonrisa despeinada,
mancharte los labios,
romperte la camisa,
bailar sin motivo,
desnudarte de lejos con la mirada.

Tenía planeado que me cantaras una canción, 
robarte un beso un día cualquiera, 
esperarte en todos los andenes, 
aprenderme de memoria tus líneas, tus fronteras.  

Me habría encantado pintar el mundo de tus colores, 
detener el tiempo algún instante, 
ahogarnos en una copa,
ver la vida pasar, sin esperanzas ni planes. 

Había pensado dormir contigo cada noche, 
hacerte el amor cada día, 
comerte el alma a trozos, 
destrozarte contra la pared el corazón. 

Estaba entre mis planes abrigarte del frío, 
darle sentido a la palabra amor, 
elegirte entre el mundo entero, 
cruzarme un día cualquiera contigo, 
conocerte cada momento, una y otra vez,
escribir la dulce historia de tu cuerpo sobre el mío.



lunes, 22 de febrero de 2016

Un beso en el bolsillo


Quería escribirte
unas palabras de amor,
tres primaveras,
un susurro en silencio
y el color del cielo.

Olvidé el susurro en un cajón,
la primavera se murió de frío,
el color del cielo se quedo en el recuerdo
y me dejé un beso en el bolsillo.

Quería regalarte
solo dos palabras,
con eso hubiera valido.
Unas manos que te desnudaran,
el invierno a tu lado,
la palabra melancolía
y tu nombre al oído.

Las palabras fueron dos balas, 
el invierno llegó vacío,
las manos se perdieron entre la ropa,
y acabé sin saliva,
y con un beso perdido en el bolsillo.

Quería escribirte
unas palabras de amor,
un amanecer sin miedo,
un suspiro,
nuestra almohada,
la luna en tu ombligo.

Solo quería escribirte la palabra “Amor”.
Mi sombra,
persiguiéndote por los rincones.
La noche,
una playa,
el futuro contigo,
todo lo que nunca te dije, 
todo lo que siempre fue tan tuyo.

Pero solo me quedó este poema triste
y un beso olvidado en el bolsillo.



miércoles, 29 de julio de 2015

Fuera



Nuestros sueños tendidos
mientras fuera está lloviendo.
La vida que pasa,
rápido.
Los recuerdos de alguien esperándome
sentado en el andén.
Las noches en vela
riendo, bebiendo, fumando.

Recuerdo cuando hablábamos
del bien y del mal,
del cielo y del infierno,
en esos días eternos, que eran días
por el hecho de ser nuestros.

La comisura de tus labios
que me hacía un guiño
cuando yo sabía leer,
y tus ojos que me gritaban
que tú nunca lo sabrías.

El amor escrito en mayúsculas,
tus palabras llamando a mi puerta,
y mi cerradura, como siempre,
abierta,
esperando que algún día se atrevieran a entrar.

Tú, cruzando mi línea roja,
tú, en la cama,
tú en la mesa,
tú en el suelo,
tú, en cada una de las habitaciones,
en cada una de las paredes que hoy se han quedado vacías.

Y recuerdo cuando solíamos hablar
de todo y de nada,
de arte y de amor,
de la vida cuando era vida,
de los sueños…esos sueños
que aún estaban por tender,
cuando fuera siempre era verano.



domingo, 8 de marzo de 2015

almohadas


Un cohete llegando a la luna,
dos desconocidos besándose en nuestro portal,
y el hueco de tu almohada
intacto,
como si ayer nunca hubiese sido ayer,
como si hoy fuese un lunes cualquiera.

Tu ropa tendida,
secándose. Seca.
Como mis labios,
cansados de esperarte,
hartos de odiarte,
rotos de quererte.

El cenicero lleno,
las paredes vacías,
la puerta abierta,
y tú, 
que ya no estás.

Rotos los espejos,
lentos los relojes,
vacíos los andenes,
destrozados esos versos
que ayer fueron tan nuestros.

Y la almohada que sigue gritando tu nombre,
y tu nombre que sigue llenando el aire,
y este aire que me asfixia,
que me sigue susurrando al oído palabras sin sentido.

La ventana abierta
golpeando la pared,
tus camisas aún manchadas de carmín,
el cohete, que ya ha llegado a la luna,
dos sombras, tumbadas en nuestro salón,
la almohada estúpida, vacía,
y yo abrazando el aire
que ya no existe entre tú y yo.



martes, 16 de septiembre de 2014

el escondite




Qué hacemos con el amor que regalamos,
dónde van los besos que no damos,
los te quieros olvidados
garabateados en un papel.

Dónde se esconde tu sonrisa
inquieta, traviesa, perfecta.
Dónde van tus ojos cuando,
despistados, 
miran otro punto que no sean mis pupilas.       

Qué haces con tu alma
cuando no la desnudas frente a mí.
Qué hago con mis sueños
dibujados tras tu sombra,
corriendo tras de ti,
pisándote los talones,
oliendo centímetro a centímetro tu piel.

Qué hacemos con el amor que regalamos,
dime qué hacemos,
con los besos que guardamos,
con las palabras que escondemos,
con las que se lleva el viento
y con las miradas que callamos.

Qué hago con el tacto de tu piel
y con el filo de tu navaja.
Qué hacemos con el aire que se escapa
entre tu espalda y mi pared.

Qué hago con tu mirada
desdibujada en mi mente,
cada día, cada hora,
una y otra vez.

Qué hacemos con el tiempo,
maldito,
que se escurre entre los dedos.
Y con los amaneceres,
qué hacemos con los amaneceres,
que aún no hemos descubierto.

Qué hacemos con el amor que regalamos,
con los te quieros olvidados,
con el azúcar en los labios
y con los susurros que no sabemos escuchar.

Dime qué hacemos con las miradas,
esas que juegan al escondite
y a la ruleta rusa,
al final de la barra de un bar. 


lunes, 14 de julio de 2014

Salta



Salta. Deja tu mente en blanco, siente la música, y baila, baila como si nadie te mirara. 

Olvida todo lo que hayas visto hasta ahora, y recuerda, únicamente, que estás vivo. Levanta la cabeza y mírala a los ojos, mírala, como si fuera la primera y la última vez. Sonríe a los desconocidos y aunque llueva, muestra la mejor de tus sonrisas, tu sonrisa. No deshojes margaritas, sabes que te quiere, huélelas, regálalas o ponlas en la pistola que guardas bajo la almohada, esa que se llama pasado.

No temas a nada ni nadie, no hagas caso al pesimismo, no creas en el azar, porque el mundo te devolverá aquello que tú le des. El universo está demasiado ocupado como para confabular contra ti. Tú eres el propietario de tu buena suerte, aprende a escucharla. Mírate en el espejo, gústate, es la única forma de gustar a los demás. Aprende a esperar, déjate sorprender, y nunca pierdas la ilusión. Canta fuerte y alto, llama a tu mejor amigo, disfruta de las pequeñas cosas del día a día.

Ríete a carcajadas. Siempre habrá alguien más guapo y más listo que tú, pero tú eres especial por ser quien eres. Viaja mucho, conoce otras culturas, y olvida el patriotismo, sin olvidar el amor a tu tierra. No temas actuar, solo te arrepentirás de aquello que no hagas. Inténtalo, una y otra vez, siempre con las mismas ganas.

No olvides quien eres, de donde vienes, pero ponte en el lugar del otro. Aprende a mirar con los ojos cerrados, imagina, crea y persigue tus sueños. Sonríele a la vida, ella te sonreirá. Mata al monstruo del armario, cómete las calorías, invítala a salir.

Aprende de los niños, conserva tu inocencia, desayuna en la cama, y camina, camina porque paso a paso, construirás tu propio camino. Piérdete por la ciudad, dile lo que sientes, y recuerda, que nunca hay nada que perder. Escucha tu grupo favorito, párate a pensar, reflexiona. Disfruta de tus amigos, no malgastes los pocos ratos que tienes para pasar con ellos, porque la ciencia del tiempo puede ser muy relativa. Respira.

Recuerda los consejos que te dieron aquellos que te quieren, y escucha a tu corazón, sólo tú tienes la respuesta a todas las preguntas. No temas llorar, ni expresar tus sentimientos, es el mejor regalo puedes darle a los demás. Disfruta del verano, del sol y de una cerveza en buena compañía. No tengas vergüenza de nada, a veces somos nuestros peores jueces. Aprende de los errores y acepta, que todos los cometemos.

El tiempo es efímero, los años pasan, pero la única juventud está en tu mente, y en tu modo de sentir la vida. Enamórate, no te obsesiones, confía en los demás, y si te defraudan, dales otra oportunidad. Disfruta de los atardeceres, ya sea en la ciudad más bonita del mundo, o en el pueblo que te vio nacer.

Comparte lo que tengas, especialmente si lo que tienes son ganas de vivir. Recuerda que siempre serás joven, solo tienes que desearlo. No seas orgulloso. Pide perdón. No te lleves el trabajo a casa, haz lo que te gusta en tu tiempo libre. Llena las paredes de fotos, disfruta de tu soledad, aprende de ella, y de ti mismo. Déjale una nota cualquier día, sin importar por qué. Di te quiero.

Escucha a tu interior. Di lo que quieres decir. Y cuando vuelva la lluvia, ponte botas de agua para pisar los charcos. No mires el reloj, olvídate del calendario. Y vive, vive, como si fuera el último día de tu vida. Porque hoy nunca volverá.


Salta, es el momento. Y recuerda, deja la mente en blanco, siente la música, y baila, baila como si nadie te mirara, porque da igual que tengas 25, 35 o 45 años, el jodido horizonte siempre será inalcanzable para todos, solo es cuestión de intentarlo.

domingo, 19 de enero de 2014

Querida Eva


Querida Eva, te escribo desde la tierra, estés donde estés.

Querida Eva, tengo tanto que preguntarte, tengo tanto que decirte…y tanto por lo que admirarte.

Querida Eva, siempre me contaron tu “antes”, pero nadie me contó tu después. Nadie me dijo qué fue del cobarde de Adán, ni donde fue del paraíso. Quizás después de todo, la serpiente se convirtió en tu mascota favorita. ¿Te volviste a enamorar? Igual encontraste a alguien terrenal, que te quiso como si fueras una diosa. Igual tuviste un trabajo digno, que te hizo sentir realizada, del que disfrutaste día a día. Quien sabe, quizás la tarta de manzana se volvió tu postre preferido…

Querida Eva, ¿tuviste hijos? Quizás se parecieron a ti, quizás no. Quizás les contaste tu historia, quizás no. Pero seguro que luchaste por ellos, ya que sí, fueron sangre de tu sangre. Seguro que al ver sus caras por primera vez, lloraste de felicidad. Seguro que te hicieron sufrir, pero aprendiste que eso formaba parte de la vida. Te castigaron con el dolor, pero tú y yo ya sabemos, que hay palos que no duelen.

Querida Eva, ¿fuiste feliz? Igual encontraste a esa persona, para la cual la única religión era escuchar tu risa al despertar. Igual no tuviste que pedir perdón nunca más. Igual aquello por lo que tenías que avergonzarte, te hizo más fuerte. Quizás aprendiste a mirar siempre hacia el frente, y nunca más bajaste la cabeza.

Querida Eva, quizás aprendiste a disfrutar del mundo, de las pequeñas cosas que llenan la vida, de los instantes eternos y los momentos irrepetibles. Quizás te pusiste perfume, zapatos de tacón y te pintaste los labios…y lo mejor de todo es que nadie te juzgó por ello. Quizás viajaste por todo el mundo, quizás conociste lugares increíbles y personas inolvidables que volvieron a llenar tu cajón de los recuerdos. Querida Eva, igual lo que nos describieron como el Edén, para ti solo era una cárcel de flores. Igual al ser expulsada, comenzaste a disfrutar de tu propia vida, a ser persona, a vivir.

Querida Eva, seguro que dejaste de creer en dios, y comenzaste a creer en ti misma. Seguro que te miraste al espejo y te gustaste. Seguro que tras unas cuantas lágrimas, pensaste que podrías salir adelante, y que igual todo aquello no era más que una dulce condena. El comienzo de una historia en la que tú serías la protagonista anónima, en lugar de la eterna actriz secundaria.

Querida Eva, creo que nadie te preguntó si fuiste feliz en el Paraíso, o si quizás, tú creaste el tuyo propio, a tu gusto y manera, con tus propias normas. Quien sabe, si fuiste más feliz después…aunque yo quiero creer que sí.

Querida Eva, quería decirte que te admiro, estés donde estés.

A TODAS LAS EVAS DE ESTE MUNDO O DE OTRO. Y LA PEQUEÑA EVA QUE HAY EN MI.


martes, 27 de agosto de 2013

Sin gravedad


Allí donde solíamos vivir
en ese submundo de colores,
el universo paralelo
donde solíamos sonreír. 

Allí donde solíamos compartir madrugadas
de sueños y desvelos
entre amor y desamor,
 allí donde solo existías tú, y tu mirada.

Aún recuerdo ese lugar, donde te conocí,
perdida yo entre tus manos,
perdido tú entre mi carmín.

Allí donde olvidamos la razón,
la hierba virgen mojada,
la ropa blanca tendida al sol.
Donde columpiamos nuestros cuerpos
como si no existiera gravedad.

Allí donde solíamos soñar,
donde lo aprendimos todo y nada a la vez,
donde nos quisimos sin prisa,
sin miedo, sin nada que perder.

Allí donde solíamos vivir,
donde desmenuzamos minuciosamente el amor.
Allí donde fuimos tan felices,
donde solo existíamos tú y yo.

jueves, 2 de mayo de 2013

Manías




Esa manía mía de esperarte,

esa costumbre tuya de desesperarme,

de hacerme sangrar por los rincones

buscando restos de lo que un día fuera amor.


Esa rutina nuestra de recordarnos,

de reinventarnos cada mañana y morir cada noche,

de mendigar los besos que ayer fueron nuestros,

de reconstruir y rompernos una y otra vez el corazón.


Esa tradición absurda de querernos

exasperada e impacientemente,

sin mirarnos a los ojos,

sin sentido, sin motivo, sin razón. 



lunes, 1 de abril de 2013

Antes




Despertó un día cualquiera, de cualquier mes. No podía recordar el nombre de aquella ciudad. El despertador taladraba la parte derecha de su cerebro, que luchaba por mandar oxígeno a ese oxidado corazón que parecía colgar del techo, como el ventilador, que creía ahogarse en cada pirueta. Miró el calendario, las hojas, medio arrancadas, no ayudaban a encontrar el norte. La ventana estaba abierta, y el fuerte viento la hacía chochar una y otra vez contra la desconchada pared. De fondo, un viejo grifo resistía a ahogarse. Él también había resistido el naufragio la noche anterior. Había nadado, durante horas, en un bajo, un bajo de culo ancho, lleno de wishky. 


Despertó aquel día cualquiera. Siguió horas, allí, mirando el techo. Y recordó, recordó los días que eran días porque ella estaba. Recordó cuando el único despertador era una risa fresca con sabor a primavera. Recordó el ventilador del techo como el corazón que bombeaba las noches de pasión y sudor de aquel amniótico cuarto. Antes, un día de aquel calendario, no era un día cualquiera. Recordó que hubo una vez en la que las paredes no eran telas de araña, aquellos días, en los que ella pintaba corazones con pintalabios sobre los cuellos de sus camisas. Aquellos días...aquellos días la ventana no era más que una excusa para soñar, para volar lejos sin moverse del lugar. Recordó que antes no había naufragios, sólo había dos sonrisas, una mirada cómplice, y unas manos que juntas se perdían por la ciudad. Recordó que hubo una época en la que esa ciudad tenía nombre propio.  Recordó cuando antes, los bajos estaban llenos de agua, de bailar bajo la lluvia. “Antes” ahora sonaba evocador.


Despertó un día cualquiera, y al recordarla, regresaron aquellos días. Por un instante murió el ahora, y todo volvió a ser como antes.