lunes, 1 de abril de 2013

Antes




Despertó un día cualquiera, de cualquier mes. No podía recordar el nombre de aquella ciudad. El despertador taladraba la parte derecha de su cerebro, que luchaba por mandar oxígeno a ese oxidado corazón que parecía colgar del techo, como el ventilador, que creía ahogarse en cada pirueta. Miró el calendario, las hojas, medio arrancadas, no ayudaban a encontrar el norte. La ventana estaba abierta, y el fuerte viento la hacía chochar una y otra vez contra la desconchada pared. De fondo, un viejo grifo resistía a ahogarse. Él también había resistido el naufragio la noche anterior. Había nadado, durante horas, en un bajo, un bajo de culo ancho, lleno de wishky. 


Despertó aquel día cualquiera. Siguió horas, allí, mirando el techo. Y recordó, recordó los días que eran días porque ella estaba. Recordó cuando el único despertador era una risa fresca con sabor a primavera. Recordó el ventilador del techo como el corazón que bombeaba las noches de pasión y sudor de aquel amniótico cuarto. Antes, un día de aquel calendario, no era un día cualquiera. Recordó que hubo una vez en la que las paredes no eran telas de araña, aquellos días, en los que ella pintaba corazones con pintalabios sobre los cuellos de sus camisas. Aquellos días...aquellos días la ventana no era más que una excusa para soñar, para volar lejos sin moverse del lugar. Recordó que antes no había naufragios, sólo había dos sonrisas, una mirada cómplice, y unas manos que juntas se perdían por la ciudad. Recordó que hubo una época en la que esa ciudad tenía nombre propio.  Recordó cuando antes, los bajos estaban llenos de agua, de bailar bajo la lluvia. “Antes” ahora sonaba evocador.


Despertó un día cualquiera, y al recordarla, regresaron aquellos días. Por un instante murió el ahora, y todo volvió a ser como antes.


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