Volverte a ver. Intercambiar dos besos. Pedir un café. Una sonrisa escapándose. Un escalofrío retorciéndose. Cruzar las miradas. "Te veo bien". Tu sombra de reojo. Tu cuerpo frente a mí. Con leche del tiempo. Tus ojos tan profundos como siempre. Tan tuyos. Ver tu sonrisa desde lejos. Sin azúcar. Saber que ya no soy yo quien te hace reír. "Veo que el tiempo te ha tratado bien”. El recuerdo de un café contigo. Las manos bajo la mesa. Tus ojos mirando nerviosos el reloj. Un beso en la oreja izquierda. El café mezclándose con la leche. Tu saliva y la mía. Tu mirada perdida en el bar. En el tiempo. En el recuerdo. Tú liando un cigarrillo. Tú después de mí. El primer sorbo de café. Tu manos acariciado mi pelo. “A ti también te ha tratado bien”. El primer sorbo de café. Robarte un beso. Tus ojos hablándome. Un susurro escurriéndose. Contestar algo estúpido. Tus manos jugando con el mechero. La ciudad ardiendo. El bar lleno de gente. Tú y yo. Nuestras risas entre el ruido. Restos en de mi carmín en el cigarro. En el cuello de tu camisa. Tus ojos recorriendo mi cuerpo. Los nervios de la primera vez después de la última vez. Tu olor llenando mi espacio. El café acabándose. Tú mordiéndote el labio inferior. El cigarro consumiéndose. Nuestras manos perdidas. Dos palabras. Dos balas. Dos besos de despedida. “Cuídate mucho”. Amargos como el café. Mirarte de reojo mientras te marchas. Correr a abrazarte. Acabar el café. “Tú también”.
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miércoles, 5 de octubre de 2016
miércoles, 29 de julio de 2015
Fuera
Nuestros sueños tendidos
mientras fuera está lloviendo.
La vida que pasa,
rápido.
Los recuerdos de alguien esperándome
sentado en el andén.
Las noches en vela
riendo, bebiendo, fumando.
Recuerdo cuando hablábamos
del bien y del mal,
del cielo y del infierno,
en esos días eternos, que eran días
por el hecho de ser nuestros.
La comisura de tus labios
que me hacía un guiño
cuando yo sabía leer,
y tus ojos que me gritaban
que tú nunca lo sabrías.
El amor escrito en mayúsculas,
tus palabras llamando a mi puerta,
y mi cerradura, como siempre,
abierta,
esperando que algún día se atrevieran a entrar.
Tú, cruzando mi línea roja,
tú, en la cama,
tú en la mesa,
tú en el suelo,
tú, en cada una de las habitaciones,
en cada una de las paredes que hoy se han quedado vacías.
Y recuerdo cuando solíamos hablar
de todo y de nada,
de arte y de amor,
de la vida cuando era vida,
de los sueños…esos sueños
que aún estaban por tender,
cuando fuera siempre era verano.domingo, 8 de marzo de 2015
almohadas
Un cohete llegando a la luna,
dos desconocidos besándose en nuestro portal,
y el hueco de tu almohada
intacto,
como si ayer nunca hubiese sido ayer,
como si hoy fuese un lunes cualquiera.
Tu ropa tendida,
secándose. Seca.
Como mis labios,
cansados de esperarte,
hartos de odiarte,
rotos de quererte.
El cenicero lleno,
las paredes vacías,
la puerta abierta,
y tú,
que ya no estás.
Rotos los espejos,
lentos los relojes,
vacíos los andenes,
destrozados esos versos
que ayer fueron tan nuestros.
Y la almohada que sigue gritando tu nombre,
y tu nombre que sigue llenando el aire,
y este aire que me asfixia,
que me sigue susurrando al oído palabras sin sentido.
La ventana abierta
golpeando la pared,
tus camisas aún manchadas de carmín,
el cohete, que ya ha llegado a la luna,
dos sombras, tumbadas en nuestro salón,
la almohada estúpida, vacía,
y yo abrazando el aire
que ya no existe entre tú y yo.lunes, 14 de julio de 2014
Salta
Salta. Deja tu mente en blanco, siente
la música, y baila, baila como si nadie te mirara.
Olvida todo lo que hayas visto
hasta ahora, y recuerda, únicamente, que estás vivo. Levanta la cabeza y mírala
a los ojos, mírala, como si fuera la primera y la última vez. Sonríe a los
desconocidos y aunque llueva, muestra la mejor de tus sonrisas, tu sonrisa. No
deshojes margaritas, sabes que te quiere, huélelas, regálalas o ponlas en la
pistola que guardas bajo la almohada, esa que se llama pasado.
No temas a nada ni nadie, no
hagas caso al pesimismo, no creas en el azar, porque el mundo te devolverá
aquello que tú le des. El universo está demasiado ocupado como para confabular contra ti. Tú eres el propietario de tu buena suerte, aprende a
escucharla. Mírate en el espejo, gústate, es la única forma de gustar a los
demás. Aprende a esperar, déjate sorprender, y nunca pierdas la ilusión. Canta
fuerte y alto, llama a tu mejor amigo, disfruta de las pequeñas cosas del día a
día.
Ríete a carcajadas. Siempre habrá
alguien más guapo y más listo que tú, pero tú eres especial por ser quien eres.
Viaja mucho, conoce otras culturas, y olvida el patriotismo, sin olvidar el
amor a tu tierra. No temas actuar, solo te arrepentirás de aquello que no
hagas. Inténtalo, una y otra vez, siempre con las mismas ganas.
No olvides quien eres, de donde
vienes, pero ponte en el lugar del otro. Aprende a mirar con los ojos cerrados,
imagina, crea y persigue tus sueños. Sonríele a la vida, ella te sonreirá. Mata
al monstruo del armario, cómete las calorías, invítala a salir.
Aprende de los niños, conserva tu
inocencia, desayuna en la cama, y camina, camina porque paso a paso,
construirás tu propio camino. Piérdete por la ciudad, dile lo que sientes, y
recuerda, que nunca hay nada que perder. Escucha tu grupo favorito, párate a
pensar, reflexiona. Disfruta de tus amigos, no malgastes los pocos ratos que
tienes para pasar con ellos, porque la ciencia del tiempo puede ser muy relativa. Respira.
Recuerda los consejos que te
dieron aquellos que te quieren, y escucha a tu corazón, sólo tú tienes la respuesta
a todas las preguntas. No temas llorar, ni expresar tus sentimientos, es el
mejor regalo puedes darle a los demás. Disfruta del verano, del sol y de una
cerveza en buena compañía. No tengas vergüenza de nada, a veces somos nuestros
peores jueces. Aprende de los errores y acepta, que todos los cometemos.
El tiempo es efímero, los años
pasan, pero la única juventud está en tu mente, y en tu modo de sentir la vida.
Enamórate, no te obsesiones, confía en los demás, y si te defraudan, dales otra
oportunidad. Disfruta de los atardeceres, ya sea en la ciudad más bonita del
mundo, o en el pueblo que te vio nacer.
Comparte lo que tengas,
especialmente si lo que tienes son ganas de vivir. Recuerda que siempre serás joven,
solo tienes que desearlo. No seas orgulloso. Pide perdón. No te lleves el trabajo a casa, haz lo que te gusta
en tu tiempo libre. Llena las paredes de fotos, disfruta de tu soledad, aprende
de ella, y de ti mismo. Déjale una nota cualquier día, sin importar por qué. Di te quiero.
Escucha a tu interior. Di lo que
quieres decir. Y cuando vuelva la lluvia, ponte botas de agua para pisar los
charcos. No mires el reloj, olvídate del calendario. Y vive, vive, como si
fuera el último día de tu vida. Porque hoy nunca volverá.
Salta, es el momento. Y recuerda,
deja la mente en blanco, siente la música, y baila, baila como si nadie te
mirara, porque da igual que tengas 25, 35 o 45 años, el jodido horizonte
siempre será inalcanzable para todos, solo es cuestión de intentarlo.
domingo, 19 de enero de 2014
Querida Eva
Querida Eva, tengo tanto que preguntarte, tengo tanto que
decirte…y tanto por lo que admirarte.
Querida Eva, siempre me contaron tu “antes”, pero nadie me
contó tu después. Nadie me dijo qué fue del cobarde de Adán, ni donde fue del
paraíso. Quizás después de todo, la serpiente se convirtió en tu mascota
favorita. ¿Te volviste a enamorar? Igual encontraste a alguien terrenal, que te
quiso como si fueras una diosa. Igual tuviste un trabajo digno, que te hizo
sentir realizada, del que disfrutaste día a día. Quien sabe, quizás la tarta de
manzana se volvió tu postre preferido…
Querida Eva, ¿tuviste hijos? Quizás se parecieron a ti,
quizás no. Quizás les contaste tu historia, quizás no. Pero seguro que luchaste
por ellos, ya que sí, fueron sangre de tu sangre. Seguro que al ver sus caras
por primera vez, lloraste de felicidad. Seguro que te hicieron sufrir, pero
aprendiste que eso formaba parte de la vida. Te castigaron con el dolor, pero
tú y yo ya sabemos, que hay palos que no duelen.
Querida Eva, ¿fuiste feliz? Igual encontraste a esa persona,
para la cual la única religión era escuchar tu risa al despertar. Igual no
tuviste que pedir perdón nunca más. Igual aquello por lo que tenías que
avergonzarte, te hizo más fuerte. Quizás aprendiste a mirar siempre hacia el
frente, y nunca más bajaste la cabeza.
Querida Eva, quizás aprendiste a disfrutar del mundo, de las
pequeñas cosas que llenan la vida, de los instantes eternos y los momentos
irrepetibles. Quizás te pusiste perfume, zapatos de tacón y te pintaste los
labios…y lo mejor de todo es que nadie te juzgó por ello. Quizás viajaste por
todo el mundo, quizás conociste lugares increíbles y personas inolvidables que
volvieron a llenar tu cajón de los recuerdos. Querida Eva, igual lo que nos
describieron como el Edén, para ti solo era una cárcel de flores. Igual al ser
expulsada, comenzaste a disfrutar de tu propia vida, a ser persona, a vivir.
Querida Eva, seguro que dejaste de creer en dios, y
comenzaste a creer en ti misma. Seguro que te miraste al espejo y te gustaste.
Seguro que tras unas cuantas lágrimas, pensaste que podrías salir adelante, y
que igual todo aquello no era más que una dulce condena. El comienzo de una
historia en la que tú serías la protagonista anónima, en lugar de la eterna
actriz secundaria.
Querida Eva, creo que nadie te preguntó si fuiste feliz en
el Paraíso, o si quizás, tú creaste el tuyo propio, a tu gusto y manera, con
tus propias normas. Quien sabe, si fuiste más feliz después…aunque yo quiero creer
que sí.
Querida Eva, quería decirte que te admiro, estés donde
estés.
A TODAS LAS EVAS DE ESTE MUNDO O DE OTRO. Y LA PEQUEÑA EVA
QUE HAY EN MI.
martes, 27 de agosto de 2013
Sin gravedad
Allí donde solíamos vivir
en ese submundo de colores,
el universo paralelo
donde solíamos sonreír.
Allí donde solíamos compartir madrugadas
de sueños y desvelos
entre amor y desamor,
allí donde solo existías tú, y tu mirada.
Aún recuerdo ese lugar, donde te conocí,
allí donde solo existías tú, y tu mirada.
Aún recuerdo ese lugar, donde te conocí,
perdida yo entre tus manos,
perdido tú entre mi carmín.
Allí donde olvidamos la razón,
la hierba virgen mojada,
la ropa blanca tendida al sol.
Donde columpiamos nuestros cuerpos
como si no existiera gravedad.
Allí donde solíamos soñar,
donde lo aprendimos todo y nada a la vez,
donde nos quisimos sin prisa,
sin miedo, sin nada que perder.
Allí donde solíamos vivir,
donde desmenuzamos minuciosamente el amor.
Allí donde fuimos tan felices,
donde solo existíamos tú y yo.
jueves, 2 de mayo de 2013
Manías
Esa manía mía de esperarte,
esa costumbre tuya de desesperarme,
de hacerme sangrar por los rincones
buscando restos de lo que un día fuera amor.
Esa rutina nuestra de recordarnos,
de reinventarnos cada mañana y morir cada noche,
de mendigar los besos que ayer fueron nuestros,
de reconstruir y rompernos una y otra vez el corazón.
Esa tradición absurda de querernos
exasperada e impacientemente,
sin mirarnos a los ojos,
sin sentido, sin motivo, sin razón.
lunes, 1 de abril de 2013
Antes
Despertó un día cualquiera, de cualquier mes. No podía
recordar el nombre de aquella ciudad. El despertador taladraba la parte derecha
de su cerebro, que luchaba por mandar oxígeno a ese oxidado corazón que parecía
colgar del techo, como el ventilador, que creía ahogarse en cada pirueta. Miró
el calendario, las hojas, medio arrancadas, no ayudaban a encontrar el norte. La
ventana estaba abierta, y el fuerte viento la hacía chochar una y otra vez
contra la desconchada pared. De fondo, un viejo grifo resistía a ahogarse.
Él también había resistido el naufragio la noche anterior. Había nadado,
durante horas, en un bajo, un bajo de culo ancho, lleno de wishky.
Despertó aquel día cualquiera. Siguió horas, allí, mirando
el techo. Y recordó, recordó los días que eran días porque ella estaba. Recordó
cuando el único despertador era una risa fresca con sabor a primavera. Recordó
el ventilador del techo como el corazón que bombeaba las noches de pasión y
sudor de aquel amniótico cuarto. Antes, un día de aquel calendario, no era un día cualquiera. Recordó que hubo una vez en la que las paredes no eran telas de
araña, aquellos días, en los que ella pintaba corazones con pintalabios sobre los cuellos de sus camisas. Aquellos
días...aquellos días la ventana no era más que una excusa para soñar, para
volar lejos sin moverse del lugar. Recordó que antes no había naufragios, sólo había dos
sonrisas, una mirada cómplice, y unas manos que juntas se perdían por la
ciudad. Recordó que hubo una época en la que esa ciudad tenía nombre propio. Recordó cuando antes, los bajos estaban llenos de agua, de
bailar bajo la lluvia. “Antes”
ahora sonaba evocador.
Despertó un día cualquiera, y al recordarla, regresaron
aquellos días. Por un instante murió el ahora, y todo volvió a ser como antes.
jueves, 28 de febrero de 2013
La barra de un bar
Era el chico del final de la barra del bar, era el chico de
los vasos medios vacíos, el de las entradas por armar.
Era el chico de los ojos claros, o al menos, así los veía
yo, el chico de la sonrisa tímida, ese, que al bailar, siempre me pisaba los zapatos.
Era el chico de la mirada perdida, el chico de una noche
loca, o mejor dicho, de todas las noches locas de mi vida. Era al que siempre
temía, ese al que a veces odiaba, al que a veces quería. Era el chico de la
foto de nuestras vidas. Era el chico del final de la barra del bar, ese que odiaba
las despedidas, el de los cruces de caminos, aquel al que yo esperaba ver
cruzar a las tres de la mañana mi esquina.
Era mi espera en un andén, mi rencuentro más deseado. La
letra de todas mis palabras, el comienzo de todos mis finales, mi principio más
inesperado.
Era el foco de mis sorpresas, mi mayor desconocido, quien
más me conocía, y a veces, muy a veces, mi mejor enemigo. Eran los ojos que
buscaba encontrar, sin esperanzas ni planes, tras el final de la barra del bar.
Era mi aventura de un día, el náufrago de mi playa, mi
efecto mariposa, ese puente que una y otra vez, rompía y reconstruía.
Era mi promesa incumplida, mi escondite favorito, mi sueño
de verano, eterno, una y otra vez, el motivo de una margarita.
Mi inspiración, mi logro, mi fracaso. La llave de mi puerta,
la llamada más esperada, a veces conocido, a veces extraño.
Mi secreto peor guardado, el tapiz de mi colchón. Una mano
que se deslizaba y se escondía, el cristal de mi ventana, era una manta con su
olor.
Era el comienzo, era el final. Era el chico de los vasos
medio vacíos, el de la foto de mi vida. Mi sueño, mi azar. Esa mirada que
siempre he buscado, aunque él no lo sepa, al final de la barra de un bar.
"Cuando saltamos sin miedo, sin nada que perder. Cuando dejamos de querernos, y aprendimos a querernos bien"
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