viernes, 28 de enero de 2011

recuerdos convexos

Despertó, un día cualquiera, de cualquier mes. Supongo que sería un veintitantos, porque el dos era su número favorito. 


Despertó con resaca, la resaca de no poder dormir. Creo que los fantasmas siempre vuelven por la noche. 
Despertó y miró la pared blanca. Olor a café recién hecho.


Se sentó en el borde de la cama, la cabeza hundida entre las manos, y pensó en como aprendemos los hombres las palabras, pensó en el mecanismo necesario para incorporarlas a nuestro vocabulario.
Recordó lo difícil que es a veces que salgan palabras, y lo fácil que es, otras, dejar la pluma bailar por cualquier hoja virgen.


Recordó imágenes, que como flashes, le llevaron a un vertiginoso viaje en el tiempo. Recordó cada una de las palabras, de sus palabras. Recordó los suspiros, las desesperaciones, el amor escrito en la lista de la compra.


Recordó su coche, esperando en una puerta, la luz que se dejaba ver, tras la siempre mal cerrada puerta de la habitación.


Los recordó, juntos, sentados en un banco, comiendo un helado, tumbados.


Recordó, supongo, también, cada lugar, cada recoveco de ciudad, que habían recorrido de la mano. Se me ocurre que lo mismo pasó con la cama. La recordó. Recordó los versos, los besos, los miedos. Recordó cada pedazo de papel pintado, con olor a felicidad. 


Recordó la sonrisa, que se desdibujaba en papel fotográfico. Recordó la luz de su viejo estudio de revelar, roja, como los labios, como la sangre. 


Recordó, y de tanto recordar olvidó quizás lo más importante...


Cerró la maleta. La puerta. Los recuerdos. 


Cogió su vieja pluma, y comenzó a buscar.

1 comentario:

  1. recordar es traer el pasado al presente
    y es una buena menera de traer un futuro mejor

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