martes, 11 de enero de 2011

caótica levedad


La insoportable realidad nos hizo presos, nos ató, desató,  y envió a un universo, paralelo, por el que no paraba de correr. Lo recordé, con su cabello suelto, caballo alado, que varaba a orillas de mi falda blanca, bailando, al son de canciones que nos susurraba el viento estival de aquella playa desierta.

Lo recordé, con todo lo que nos unía, y nos separaba, con un sexo intrínseco sobre mí, con un amor que me abrasaba la espalda, mientras mi falda blanca, seguía bailando, al son del tintineo de las velas, aún encendidas.

Recordé sus susurros, sus sonrisas, sus gritos, sus lágrimas. Recordé, y recordando vi la vida pasar, película de cine mudo, que lo decía todo, en silencio.

Petrificada me recordé a mí misma, a orillas de su barco. Sus olas rugían, me abrazaban, me invadían y devoraban, su cabello, se elevaba, más allá de las claras nubes que descubrían un cielo virgen, como los días de aquel verano.

Labios con sabor a sal, cicatrizaban mis heridas, creando un cuerpo inerte, capaz de rozar un infinito con la yema de los dedos, quemados.

Lo recordé, pensé en la insoportable realidad, y miré la foto sobre la pared. 

Siempre podría viajar en el tiempo, volver a aquella arena, a la luna que tímida nos envolvía mientras el mundo creía girar, creía detenerse, creía saber también bailar. Mientras el mundo se salía de órbita.

Pensé mucho, en él, en su caótica levedad.

Lo recordé, y sonreí. Quizás aquella brisa no rasgara ahora mis ojos, quizás aquel estío ya no danzara a mi son, quizás aquel sueño solo fuera de verano. Pero lo recordaba, metamorfosis de canción.

Lo recordé, y firmé mi redención.


No hay comentarios:

Publicar un comentario