martes, 14 de junio de 2011

ninguna parte


Querida yo misma, hoy paseando por la calle, me acordé de ti. Me acordé de una boina perdida por frankfurt, me acordé de las horas de avión. Cómo no, recordé unas medias rosas de lunares, de Portobello Road. Recordé las horas de espera, y las horas de desesperación. Recordé un diario, con una hoja de menta en la página número 22. Recordé tus manías, recordé cómo te mordías las uñas, porque tus nervios no te dejaban respirar. Recordé cómo te gustaba dibujar…me acordé de algún abrazo, de las despedidas en la estación.

Querida yo misma, hoy me apetecía hablar de ti. Me apetecía hablar de tus miedos, de tu “personalidad” que como alguien dijo, a veces, tira de tu “persona”. Me apetecía hablar de tu música, de aquellos conciertos que te hacían llorar. Tenía ganas de ver tus fotos, de sentirte cerca, aunque estés tan lejos.

Querida yo misma, me acordé de cómo querías la vida, de cómo odiabas el humo. Me acordé del frío que sentías al sentirte industrial. Me acordé de ti, y te vi, en un cine, emocionada, mientras el resto era indiferente. Me acordé de cómo te importaban los sueños, de cómo luchabas, por ti misma, por encima de todo. Recordé tu fuerza, tu persistencia. Sonreí, al recordar cómo conocías las constelaciones, y eras muy feliz por ello. Sonreí también, cuando te ví, lejana, con dos folios, intentando hacer rosas de papel.

Querida yo misma, hoy me acordé de ti. Recordé las palabras que no dijiste, pero sobretodo, aquellas que a veces, se te escapaban de los ojos.  Recordé tu obsesión por los vasos medio llenos, o medio vacíos. Recordé las carreteras secundarias y lo grande que veías el mundo bajo el edredón. Recordé cúanto te preocupaban los espejos, recordé tu insomnio, las noches sin dormir.

Te recordé en un tejado, fumando, mientras Marilyn parecía susurrar la respuesta en el viento. Te recordé, con tus antítesis, con tu pasión por el sabor dulce, con tu amor por el olor a sal. Te vi, tumbada al sol, con los ojos cerrados…parecía que no necesitaras más.

Tu amor a los vinilos, esa tendencia absurda a guardarlo todo, a llenar las paredes. Tu locura.

Querida yo misma, hoy me acordé…me acordé de cómo amabas escribir, y lo difícil que a veces te resultaba hablar. Recordé un sabor, a fresa. Un color, el blanco. Un número, el dos. Las margaritas. Tu cara, y tu cruz. Recordé tus ilusiones, tus temores, tu apuesta por la vida. Recordé tus folios de colores. Y tus fracasos…los recordé todos.

Te recordé excéntrica, buscando explicaciones a todo aquello que te rodeaba, a aquel universo que no comprendías, pero del que parecías dueña; ese mismo que en el fondo te hacía sentir muy pequeña.

Recordé tus inseguridades. Tu indecisión. Tus intentos, casi siempre fallidos, de cambiar el mundo.

Querida yo misma, hoy paseando por la calle me acordé de ti. Recordé los besos que diste, pero especialmente, los que no diste. Te recordé, intacta, tangible, como si aún fueras real. 

Querida yo misma, hoy te recodé, recordé lo que fuiste, y todo lo que no llegaste a ser. Recordé que te sigo necesitando, y que en el fondo, te echo de menos, tanto como ayer.

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