miércoles, 18 de mayo de 2011

horas perdidas



Quizás deberíamos empezar desde abajo, desempolvar los besos que no nos dimos, recordar las miradas, que por el hecho de ser miradas, se transformaban en un mundo. Un mundo psicodélico, lleno de olores. Olor a almendras, el de tu pelo.

Quizás deberíamos reconstruirnos, buscar una arista que nos recuerde cuánto se parecían las tangentes a aquello que creíamos nuestro. Quizás deberíamos olvidar al resto, y bailar, bailar como si nadie nos mirara, como si realmente creyéramos que todo esto es un teatro, y en algún momento merezca la pena apostar.

Puede incluso, que si empezamos desde abajo, nos reconozcamos a nosotros mismos, sin espejos, ni imágenes distorsionadas, de cuando a docientos kilómetros por hora crees ver muerte al otro del parpadeo. Muerte, o vida, porque no lo sabes muy bien.

Quizás reconozcamos a ese yo olvidado que a veces, dejamos colgado junto con las camisas blancas al sol. Al sol de la desesperación, de las horas perdidas, que puede que nunca volverán.

Volvamos a lugar donde te conocí, y entonces, solo entonces, quizás no sea necesario empezar volver al inicio ni contar para detrás. Quizás entonces bailemos, y tú seas tú. Quizás yo, seré yo.

Quizás deberíamos empezar desde abajo. Y que los inútiles relojes vuelvan a sonreír. Y que lo que ahora llamas cuerpo, sepa a sal. Y que los gatos sigan siendo gatos.

Quizás deberíamos, deberíamos…quizás debamos dejar de esperar.

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