martes, 14 de diciembre de 2010

concavidad


Me rompí todos los huesos, buscando un lienzo blanco, en el que poder dibujar. Me rompí quizás el alma, el cráneo, y tal vez el corazón, y tu reflejo siempre desaparecía, tras una playa desierta, horizonte color púrpura.

Me rompí los huesos, salté por la borda, y en el aire pude percibir un olor cálido que me invitaba a vivir.


Maldita realidad, con su delgada línea me hace olvidar donde estaban los puentes que ayer me hacían sentir con los pies en el suelo. Maldito destino, que juega a los dados, sin recordar que siempre me gustaron los números pares. Maldito caos, el mío, que provoca terremotos al otro lado del mundo. 


Malditos reflejos de uno mismo, que se presentan a su antojo. Malditos reflejos, sí, los de mi propia vida, que convergen y divergen, en mi espejo cóncavo que todo lo atrae y lo manda lejos. Malditas mariposas, volad libres, dejad de pisarme los tacones, que el camino es largo, y el cielo quizás infinito. Malditos castillos de cristal.


Pero no desesperéis, todo llega, todo se eleva, liviano, y el azar, quizás, nos salvará.


Cuando llega la tormenta todos creemos morir, pero supongo que al final cuando todo pasa, solo nos queda el dulce susurro del mar, y la esperanza de no ver más barcos varar.

1 comentario:

  1. me hacés volver suspirando...

    siempre me gusta lo que escribís
    genia !

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