lunes, 4 de mayo de 2009

abismos

Y fue allí, en medio de ese caótico mundo, rodeados de demasiada gente. Solos. Fue allí donde volví a prender tu mecha, en ese rincón en el que me consolaste años atrás mientras yo hacía pedazos la entrada del concierto al que nunca asistí. Fue allí donde supe que tú y yo nos merecemos mucho más.

Y sigo, caminando por calles solitarias, que no llevan a ningún lugar que merezca la pena, pero sigo ahí, en esa playa que una vez quisiste que fuese mía, de los dos, porque me empeño en no ver la verdad, porque un día me prometí a mi misma que la oscuridad es más divertida, sin darme cuenta que poco a poco, tu oscuridad va oxidándome el corazón.

He de reconocer que al único poeta que conocí aun vive en la calle, soñando con la barra de un bar. Y tú y yo, que somos libres, seguimos ahogándonos en el vaso que nos inventamos una noche de abril, seguimos naufragando en una verdad que solo nosotros podemos ver durante las noches desquiciadas.
Y ahora que las dunas me permiten ver un poco más allá, ahora que la arena de nuestro reloj parece entrar en tormenta, ahora que vuelvo a tu desierto, me doy cuenta que quizás nunca quise salir de allí, quizás en el fondo a ti te gustara que pasáramos mil amaneceres tirando piedras a los cristales de una cárcel de cartón.

Tendré que resignarme a aceptar que tú eres tú.

Que fríos pueden ser veinte grados cuando sabes que del otro lado solo hay un abismo que te asusta conocer, que frío se siente cuando pasa la tempestad, y no sientes nada. Así que vuelve a mirarme a los ojos porque aunque caiga una y mil veces me muero por perderme en ellos. Vuelve a mirarme a los ojos porque eso me asusta, y me protege. Puede que nunca antes me sintiera tan segura como cuando me dijiste que todo es posible si escapas por la ventana a una ciudad llena de luz.

Dame alcohol, alcohol para apagar mi casa en llamas. Alcohol para curar mis heridas.

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