lunes, 19 de marzo de 2012

Un lunes cualquiera



Era un lunes cualquiera, un lunes de esos, que le hacen sentirse a uno vulgar, infiel a la propia existencia en su sentido más ínfimo, desleal a la creatividad, condenado al blanco y negro, y al gélido frío que amenazaba la ciudad…

Era un lunes cualquiera, un lunes de esos, en los que paras tu incesante y monótona actividad, para decirte a ti mismo “vamos, ya queda menos para que termine el día”, un lunes de esos, que le hacen a uno tumbarse en la cama sin sueño, obligando a cerrar los ojos, para que pronto sea martes, y así sucesivamente.

Era un lunes cualquiera, hasta que dejó de serlo.

Me disponía a buscar, entre mis papeles moribundos de tinta, algún trabajo de hace tiempo. El ordenador sonaba, parecía pedir a gritos un descanso, parecía odiar los lunes tanto como yo. Y de repente…ocurrió. Cansada de bajar la rueda del ratón, y mientras su gruñido parecía taladrar mi cerebro, mis ojos se pararon, sonó el reloj, y el condensador de mis sueños comenzó a funcionar.

“Qué es ser especial” parecía alumbrar el resto de palabras desordenadas. Sabía de sobra que eso, a diferencia de la mayoría absoluta que gobernaba mi ordenador, no lo había escrito yo. No me preguntes por qué, simplemente lo sabía. 

Doble clic, que fácil es el mundo cuando existe ilusión. Doble clic, ahora el ratón susurraba, bailaba al compás de 566 palabras ordenadas en armonía, ahora el ratón parecía decirle al viento que al fin y al cabo, los lunes tampoco están tan mal.

Era un lunes cualquiera, y apareciste, para recordarme aquella época en la que ése, era mi día favorito de la semana.

Era un lunes cualquiera, y por primera vez en sus 19 horas, deseé que no terminara. 

Ahora era yo quien volvía a escribir.

Era un lunes cualquiera, hasta que dejó de serlo.


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