lunes, 7 de noviembre de 2011

8 de Noviembre de 2011



Me dijo que me quería,
¿y sabes qué es lo peor?
Que mientras lo decía yo le creí.
Y quedé condenada a vivir en sus ojos,
a llorar en su mar,
a amar su amor más que el mío propio.
A caer en el olvido de sus besos,
a esfumarme entre sus brazos,
a fumarme sus abrazos sentada en un cajón.
A sus caricias sin aliento,
al sonido de sus olas,
al atardecer de sus noches,
a su sabor sin color.
Me condené a ser una moneda en la vía del tren,
a morir y nacer cada minuto,
a sentirme invencible en medio de su campo de batalla,
un campo de batalla que era solo trazos en un papel.
Me condené a ser una tormenta de arena,
a creer lo que ni él mismo llegó a creer nunca.


No hay comentarios:

Publicar un comentario