semejanzas

Y nacimos aquella mañana en el vagón de un tren. Yo, abrazada a ti después de la noche de las noches, después de habernos bebido las calles de una ciudad inmensa que se detuvo ante nuestros pies, después de haberte conocido tras una mirada y haberte besado tras una sonrisa en el lugar más perfecto de aquel caótico bar. Y nacimos tras haber muerto, tras haber sobrevivido a millones de huracanes, allí, en pie, te encontré con la mano extendida y un horizonte que me gritaba mil locuras al oído, mientras paseábamos a las tres la mañana una noche de marzo en bicicleta.

Y así llegué aquí, tras seguir un camino de velas y unas cuantas fotos en las que con la oscuridad solo se podían distinguir un par de sonrisas, así llegué a olvidar las cruces, los caminos que no llevaban a ningún lado, así llegué a beber de un vaso con letras en vertical, a escucharte susurrar “take a walk on the wild side”, a dormirme sintiendo tu olor, a despertarme soñando, a vivir cada segundo en un fotomatón.

Y aquí estoy, rodeada de ti, alrededor de todo lo que significó la chispa que provocó nuestro íntimo Big Bang, con un par de canciones en el bolsillo, una foto del padrino y unas gafas de sol. Aquí estoy para recordarte quién quisiste que fuera una noche de octubre en la que desperté con los brazos rojos; aquí estoy para que los mates sean mucho mas argentinos y los perros sigan escuchando los rolling. Aquí. Para volver a nacer millones de mañanas, para seguir filosofando sobre las casualidades mientras descubro que no estás tan lejos de mí como yo pensé. Aquí estoy para encontrarme contigo por cualquier calle y mirarte a los ojos sin miedo, para que confíes en que aquel concierto se repetirá una y otra y otra vez, hasta el final.

Y nacimos, sí, volvimos a nacer bajo la atenta mirada de un par de estrellas que envidiaban el trocito de Universo que fuimos capaces de dibujar simplemente con las manos una noche loca.

Porque nacemos…y al final…todos buscamos a nuestros semejantes.