martes, 6 de diciembre de 2011

humo de ciudad


Quizás…aun no estemos preparados para el presente, quizás los fantasmas, al final, siempre vuelven. Quizás ahora, cuando nos miremos a los ojos, ni siquiera nos conozcamos; quizás el camino finalizó hace mucho y no supimos verlo. Quizás ni si quiera exista tal camino, solo sea la bruma de esa resaca que no nos deja dormir.
Quizás ahogamos los sueños, quizás rompimos nuestras voces, quizás gritamos tanto al viento que nos olvidamos de escuchar.
Quizás de tanto correr, salimos por la tangente; quizás ahora, nunca sepamos caminar de otro modo, que no sea a contracorriente.
Quizás la vida, por ser como es, nos hiele el corazón, y tras el hielo, no quede nada, solo los restos de ese ayer que nos atormentará, y las fotos, con sonrisas carcomidas por el tiempo, en mi vieja y dolorida pared.
Quizás ahora, me mire en el espejo y ni siquiera me reconozca, quizás tanto intentar reconstruirlo haya perdido la cordura que un día creí tener. Quizás, cuando todo esto termine, pueda pensar con claridad.
Quizás hoy tengamos  las manos jóvenes y las sonrisas ancianas; quizás, de tanto vivir deprisa, dejamos el alma balanceándose en un columpio, con la suave brisa de aquel otoño que nunca volverá.
Quizás no estuvimos preparados, o quizás lo estuvimos tanto, que nos faltaron ganas para luchar.
Quizás nos dimos cuenta tarde, quizás no nos demos cuenta jamás; quizás, aun sigamos, mirando el futuro, tras esa cortina de humo de ciudad.
Quizás nos creímos fuertes, quizás nos creímos invencibles; quizás nos creímos tan grandes, que el propio yo se vio obligado a salir, por la puerta de atrás.
Quizás aquellos colores eran blanco y negro, nada más. Quizás eran fantasmas, pintando lo que creímos realidad, lo que creímos tocar, con la punta de los dedos, mientras perdíamos la batalla más importante de nuestras vidas, mientras perdíamos el corazón, la esencia, el espíritu y la voluntad.
Quizás el norte de la absurda brújula se cansó de tanto bailar. Quizás cuando termine la tormenta, no sepamos qué era amar. Quizás vaguemos sin manos, ciegos, borrachos de soledad.
Quizás ya no queden niños, quizás ya no quede verdad.  Quizás al final de todo, no tengamos ni donde descansar, ni donde cerrar los ojos, ni un sol al que mirar.
Quizás las palabras que guardamos, nos asfixien y nos hagan despertar.
O quizás no despertemos nunca, y como cada noche, desde lejos, yo te siga escuchando llorar.

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