Desperté, empapada de sudor, la noche había hecho estragos en mi desgastado corazón, había pasado con su mano de hierro, destrozándolo todo, dejando únicamente los pedazos de mí que no servían. La noche me había susurrado al oído aquellas cosas que me negaba a admitir, me había gritado, que a pesar de los años, de la experiencia y los desengaños, seguía habiendo ratas en los recovecos a medio cerrar.
Desperté con miedo, temblorosa y asustada, como si aquella
resaca me hubiera dejado líquido amniótico en la comisura de los labios. Desperté
con tantas ganas de correr que estaba paralizada. Desperté y pensé que prefería
dormir, soñar o al menos, dejar de sentir. Desperté y vi tu foto en la pared, y
recordé un tiempo en el que fuimos felices, o al menos, lo aparentábamos.
Desperté desesperada, te busqué, y una vez más, me perdí en tus
ojos. La noche había pasado…
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