Me gusta el olor a palomitas, el sonido del roce de la piel en una noche desesperada. Me gusta como sabe el café en soledad. Las sabanas con olor aún a complicidad.
La noche ardiendo, el cielo estallando, los besos que no se piden, las palabras que se roban, los abrazos perdidos. Me gusta pillarme los dedos, terminarme los vasos, quemarme por dentro. Las aceras, llenas de bandidos.
Odio las manos frías, a quienes temen decir te quiero. Odio dividir un mundo, escuchar a la razón, las paredes vacías, el silencio que dejan tras de sí los pasos, y al reloj. Odio al jodido reloj.
Soy visceral y adoro a Tarantino. Escucho a los necios. Amo las margaritas (por encima de cualquier otra flor). Me encanta bailar como si nadie me mirara. Cerrar los ojos y sentir el sol. El mar, la noche, el secreto de Casiopea, las respuestas en el viento. Moriría por un mate en buena compañía.
Me gusta soñar y que sueñen conmigo. Detesto el patriotismo. Odio las banderas. Adoro la música. Amo a quienes se dejan llevar por el jodido siroco, a los que se pierden, a los que buscan, a los que piden café sin azúcar.
Me gustan las tostadas. Sigo hablando y riendo sola. Adoro perderme por una ciudad. Me gusta la gente que no teme llorar. Me encanta viajar. No me gusta el vino. Soy adicta a las palabras. Me gusta pensar que no nos moverán. No creo en el destino.
Adoro que me despierten con besos, el olor a hogar, las sábanas blancas al sol, la noche estrellada del día que se fue. Que me acaricien el pelo, la piel, el alma. La ropa impaciente en el suelo. A veces me siento grande, a veces pequeña. Me siguen obsesionando los espejos.
Me gustan los que sonríen sin motivo, los que se tiran arrastraculo por el puto arcoiris, los que se manchan la boca de tomate, los que miran a los ojos y no paran de hablar. Detesto las balas, las pistolas bajo las almohadas, los monstruos bajo la cama, los restos de carmín. Tengo miedo de las tormentas, un beso en el bolsillo, 19 días escondidos en un cajón, y 500 noches para no dormir.
A veces soy mi peor enemiga. Me encanta lo absurdo. Ponerme flores en el pelo. Amo el olor a pólvora. Me gusta escuchar vinilos. Tengo excesivas preguntas, 27 años, 1500 primaveras y ninguna respuesta. Adoro jugarme la vida a cara o cruz. La piel aún, con sabor a sal. Siento especial debilidad por América Latina. Por los ojos que se dejan perder en el horizonte con serenidad.
Amo a Sabina. Soy del Celtic, o del Betis, qué se yo. Me encantan los que viven en las nubes, los que sueñan a color, los que cierran los ojos, y los que cuentan historias que me hacen llorar. Creo en la magia. Adoro los niños. Siento especial debilidad por las noches de San Juan.
Me gusta tener a alguien hablando conmigo en plural. Me encanta la gente que sonríe cuando besa, el olor a sexo aún encaramado en el colchón. Adoro la lealtad. Me equivocaría otra vez. Me gusta gustar, y que me gusten. Amo la poesía, tirarme sin paracaídas, romperme mil veces los huesos, follar hasta el corazón. Odio que me miren a los ojos los desconocidos. Me sonrojo cuando sé que me observan. Me encanta que mi cuarto tenga una cometa roja. Me gusta reírme. Venero a García Montero. Siento especial debilidad por los hombres que tocan la guitarra. Adoro escuchar una risa a mi alrededor. Soy consciente de que escribo, porque un día alguien me dijo que lo hacía bien, y yo me lo creí. Me encanta el calor del invierno. Me gusta darme cuenta que no he cambiado tanto a pesar del tiempo. Los vasos llenos. Me encanta ser una kamikaze…y no morir en el intento.